< Volver a Lanzamientos Elbow Build a Rocket Boys!

28 junio, 2011 | | Sin Comentarios »

Parado en el medio del escenario giratorio que es la marca registrada de su estudio de TV, el presentador británico Jools Holland nunca había imaginado que algún día su programa iba a tratar sobre sociología urbana. Pero el pasado 6 de abril tenía frente a él a dos bandas antagónicas de Manchester: los soñadores de Elbow y los arrogantes de Beady Eye. La cara de osito bueno de Guy Garvey frente a la jetaza de Liam Gallagher. Garvey todavía se ríe cuando se acuerda: “En la canción “Lippy Kids” hablo de un paseo entre monos, y sentí que Liam me fusilaba con la mirada detrás de sus anteojos. Sin embargo yo no pensaba especialmente en él al escribir eso. Liam se volvió rico y siguió conservando esa cultura de los pibes, contra la cual no tengo nada, sino que simplemente prefiero hacer otra cosa”. Tanto esa como las otras diez canciones de Built a Rocket Boys!, el quinto álbum de Elbow, hablan de Manchester y de la juventud vistas a través del filtro sepia de los recuerdos de Garvey, que intenta cuestionar el designio del joven como una carga inerte y costosa. “Recientemente los diarios sensacionalistas se pusieron a atacar violentamente a los pibes que andan por ahí matando el tiempo fumando en las paradas de los colectivos, y volví a pensar en mi propia juventud, en esos momentos inolvidables en los que nos juntábamos a hablar de todo y de nada. Me acuerdo de que una noche, mi madre, que me había visto discutiendo con mis amigos, no me retó sino que sólo me dijo que estaba creciendo. Me sentí orgulloso de eso.” De esos días dorados habla “Lippy Kids”, que alienta a esos chicos de ayer y hoy a construir un cohete, o, dicho de otro modo, a soñar con lo imposible durante seis minutos intensos que le van a arrancar lágrimas a más de uno. El cohete que Guy Garvey construyó se llama Elbow, una banda de cinco individuos que debutó en 1990 tocando funk (!) bajo el nombre de Soft, y se estabilizó diez años más tarde alrededor de una fórmula fértil de belleza y comunión, que era a la vez potente y ultrasensible. Fueron despreciados durante mucho tiempo por la prensa inglesa, incluso al borde de la burla por sus influencias no del todo cool (citar el prog-rock y los comienzos de Genesis como inspiración no ayudaba), hasta que Elbow casi se hunde en la indiferencia antes de grabar The Seldom Seen Kid (08). Sin sello, aislados del mundo, le dieron forma entonces a un cuarto álbum que para ellos fue un “doble o nada”. Milagrosamente funcionó (doble platino en Inglaterra) y permitió que la banda cobrara su jugosa recompensa. Jamás van a ser como Radiohead ni U2 (aunque épica no les falta), porque no tiene ni las tendencias masoquistas y los complejos arty de los primeros, ni la falsa suficiencia de los segundos. Pero ya quisieran varios ser como Elbow. / Christophe Conte

(Fiction)