La resistencia

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La desaparición de una revista de cultura rock habla a las claras de que sobrevivir en el mercado editorial es una cuestión de responsabilidades cruzadas que hay que revisar. Por Pablo Conde

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Las nuevas reglas son una constante en el mercado editorial, pero por estos días lo único que parece gobernar es el desconcierto, que para los más apocalípticos puede también etiquetarse como “el fin del mundo como lo conocíamos”. La prueba más fehaciente de todo esto es la baja en los kioscos de publicaciones como La mano, dueña de una fuerte identidad y con un público bien definido que supo ganar con la firmeza que da un staff reconocido, desde ese primer número en el que un anaranjado Kurt Cobain se reía de la muerte. Pero este no es el único título en pausa, o en stop: la tendencia de los últimos meses es preocupante, ya que habla más de la reducción de los mercados que de la globalización y sus pros, Internet mediante. Si hubiese que buscar culpables superficiales, la respuesta podría diluirse en obviedades como la economía, aunque quizás el eje pase por otro lado, aún más preocupante, relacionado a las bases primordiales de sustento de cualquier publicación.

Unos años atrás, los kioscos de revistas comenzaron a ser invadidos por publicaciones que buscan cubrir estilos de vida superiores a la media, haciendo hincapié en elementos de consumo para un público premium, de clase media alta, focalizando más en productos caros (ropa, accesorios, gadgets electrónicos), restaurantes y lugares de veraneo más cercanos al bon vivant moderno que a la mayoría del público. Esta modalidad terminó por convertirse en una explosión, con un total de cinco o seis títulos pensados, diagramados y teledirigidos a ese mismo público, cuyo interés en cuanto a contenidos periodísticos tiende a ser mucho más azaroso de lo que uno esperaría. El secreto detrás de estas revistas, que bien pueden engalanar sus tapas con Luli Salazar o Silvio Oltra, pasa por otro lado: la revista ya está financiada desde el vamos, el dinero de la venta de publicidad, verdadero objetivo principal, cubre los gastos de mantenimiento y quizás un poco más, dejando lo recaudado por la venta de ejemplares como un bonito y redondo plus.

En países como España, sucede algo similar. Las publicaciones especializadas tienen cubiertos los gastos por la suma de sponsors o empresas que publicitan entre sus páginas. La ya legendaria Rock de Lux, que por suerte se consigue en los kioscos argentinos, aunque más no sea con unos meses de retraso, supo encontrar una fórmula ideal, manteniendo su alta calidad en todos los frentes (contenido, impresión, etc.) gracias a que el sistema de consumo musical aún funciona, más allá de los apaleos de Internet: los responsables de los lanzamientos en CD, los recitales en vivo y los festivales de rock saben que tienen que estar entre los anuncios de sus páginas, haciendo que la rueda siga girando. En nuestro país, desgraciadamente, la realidad no supo construirse de otra forma y todo el futuro fue dejado en manos del azar. Así es como hoy, cuando el público migra de formatos, el grito de discográficas, disquerías, recintos musicales y publicaciones especializadas parece ser más que nunca un sálvese quién pueda.

Volviendo a lo local, aggiornarse parece ser una salida, ya que el daño está hecho y reagrupar esfuerzos suena tan lejano como imposible. Quizás detrás de todo esto haya una lección. Quizás detrás del concepto de comunidades que la Web está imponiendo, se pueda aprender algo para el futuro. Quizás la tremenda pena que le causa a cualquier lector de revistas la baja de una publicación sirva para defender una forma de cultura que aún tiene años de vida. O quizás en un futuro sólo queden en el mercado las revistas que fueron construidas desde atrás para adelante, con contenidos que acompañen de manera bonita las páginas y páginas de publicidad premium. O sea, contenidos sin alma.

El último número de La Mano, hasta el momento, fue el de noviembre de 2010. Esperemos que en breve podamos encontrarla nuevamente en los kioscos, renovada, crecida, con más fuerza. Hablaría muy bien de la forma en que las cosas están cambiando.