Jerusalén, de Goncalo M. Tavares

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Hasta ahora, para el lector argentino, la obra del portugués Gonçalo M. Tavares flotaba como un iceberg. Tan sólo habíamos podido vislumbrar una pequeña parte, un puñado de libros fascinantes pero que, al menos en términos narrativos, tenían una complexión satelital. Un puñado de libros que, sin embargo, no hacían otra cosa que fogonear la certeza de que estábamos frente a un escritor de fuste. En ese sentido, no hay elementos ni dispositivos en las páginas de Jerusalén, primera novela de Tavares editada en nuestro país, que no estuvieran insinuados en los textos breves de Agua, perro, caballo, cabeza y en los de Historias falsas, publicados por Letranómada hace un par de años.

Parte de la serie de “Libros negros” que completan las novelas Um Homem: Klaus Klump, A Máquina de Joseph Walser y Aprender a rezar na Era da Técnica, Jerusalén le valió a Tavares unos cuantos premios tanto en su país como en Brasil, y le abrió las puertas en buena parte de Europa. El año pasado, la novela fue publicada en España por Mondadori, pero, cabe aclarar, la presente traducción de Florencia Garramuño resulta mucho más plástica y precisa que la peninsular. Y es que no debe ser sencillo traducir a Tavares, quien por momentos escribe como si fuera centroeuropeo (de sus preferencias literarias y sus juegos con la tradición ya había dado muestras en Biblioteca) o al menos esa es la estrategia que adopta para abordar tópicos como el horror, la locura, el absurdo –y algunos posibles reversos: la fe, la razón, el sentido.

Jerusalén transcurre en una sola noche en la que seis personajes deambulan por las calles de una ciudad. Seis personajes en busca, no tanto de un autor, como de algo que los redima: Una mujer enferma (Mylya), un médico enfrascado en una investigación sobre la “historia del terror humano” (Theodor), una puta (Hanna), un hombre que hace años estuvo internado con Mylya en la misma clínica psiquiátrica (Ernst), un veterano de guerra (Hinnerk) y Kaas, el hijo enfermizo de Mylya y Ernst, que fue criado por Theodor como propio. Con tópicos con los que suelen cocinarse muchos bodriazos de la quality fiction global, con sus ramalazos de lirismo y la cadencia de su prosa, con un sentido íntimo de la espiritualidad que, lejos de cualquier razón religiosa, tiene más que ver con sentir la falta de algo que se sabe no puede encontrarse en el mundo material, con todo eso Tavares escribió una novela magnífica de una luminosidad macabra.

Matías Capelli

Letranómada. 276 páginas. Traducción de Florencia Garramuño.