La ruta hacia acá

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La violencia es el centro de este libro de cuentos. Desde el primer texto, mímesis perfecta e irónica del mundo de la literatura yanqui tal como lo concibe el mal formado juicio porteño, hasta el último, abstracción beckettiana de la separación entre integrados y marginados, Troksberg instaura su estilo: frases cortas y precisas, predominio de la acción, imágenes tremendistas, temporalidad dudosa, oralidad llevada a un límite que excede el registro pop. El cuento que da título al libro exhibe las más gráficas descripciones de accidentes automovilísticos desde Crash, de Ballard. Con una importante diferencia: Troksberg está interesado en la violencia, pero no en la poesía de la violencia. Su objetivo es mostrar, no embellecer. Eso lo aleja, por un lado, del sadismo y del surrealismo que campeaban en Ballard y, por otro, de la espectacularidad cinematográfica. Los personajes del libro presencian, sufren y cometen actos de violencia con la actitud del inexperto que intenta acostumbrarse a la aspereza de los hechos. La moral del autor no es obvia; transita entre el miedo y el goce y no da pie ni a la condena ni a la justificación. Troksberg se emparenta con otros narradores pos-2001, como Cristian Alarcón y Germán Maggiori, en la importancia que le da a la inextirpable tendencia a la agresión de todo organismo vivo. Para ellos, ésta es la textura del mundo narrativo y a la vez la explicación de la trama social. De ahí que pueda considerárselos creadores de un nuevo grotesco que explica y a la vez es explicado por el trauma colectivo de la dilatada implosión de la clase media argentina.

Alejandro Rubio

JULIÁN TROKSBERG

La ruta hacia acá

(Tamarisco)

128 páginas